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Magenta: un color con un pasado ensangrentado
Una historia en color

Magenta: un color con un pasado ensangrentado

Siendo el magenta uno de los colores primarios, el arte pictórico es inconcebible sin este color. El colorante se desarrolló químicamente en 1856 y debe su nombre a la sangrienta batalla que tuvo lugar en la ciudad italiana, Magenta. Por la mala resistencia a la luz del colorante, el rosa rojizo actual se fabrica a base del pigmento quinacridona.

Magenta: Un color con un pasado ensangrentado

Durante la Revolución Industrial del siglo XIX, las ciencias químicas empezaron a ganar terreno y se descubrió que era posible elaborar artificialmente las materias primas para la pintura. Desde entonces, se hace una distinción entre los colorantes y pigmentos naturales y los sintéticos. A menudo, es fácil deducir los nombres de las materias colorantes, ya que suelen hacer referencia a la planta, animal o región de la que proceden. Algunos ejemplos son ‘laca granza’ (procedente de la planta granza), ‘sepia’ (nombre latín de la sepia) y ‘amarillo indio’ (de la India). Pero ese no es el caso en colorantes y pigmentos elaborados sintéticamente, como ilustra el color rosa rojizo, fabricado en 1856, al que inicialmente se llamó Triaminotrifenylcarboniumchloride, palabra casi inpronunciable. Posteriormente, obtuvo la denominación oficial de Magenta, aunque primero se tuviera que librar una batalla muy sangrienta.

 

La batalla de Magenta

En 1859, Francia y Austria se declararon la guerra; la batalla se libró en Magenta, un pequeño pueblo de la provincia de Milán. Eran 54.000 franceses contra 58.000 austríacos. Gracias a una artimaña sorprendente, la minoría francesa gana la batalla. El precio a pagar fue muy alto, ya que en total hubo 4.000 muertos y heridos en el lado francés y 5.700 en el austríaco. La sangre derramada dejó el campo de batalla tan rojo que el colorante, descubierto tres años antes, se bautizó con el nombre de Magenta.

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