
Empezando con una paleta limitada
Para llevar a cabo el experimento, recurrí a un método que desarrollé en la universidad y que sigo utilizando en mis talleres: una grisalla cromática en cuatro gamas. Trabajando de oscuro a claro, divido la pintura en tonos oscuros, tonos medios oscuros, tonos medios claros y tonos claros. Cada gama se considera en dos temperaturas, fría y cálida, para mantener la paleta vibrante. No busco una fidelidad cromática exacta al tema, sino que construyo una estructura de valor y temperatura para comprender las formas y crear volumen. Esta base sólida y flexible me permite arriesgarme más adelante con los velados.
Lo primero es el dibujo, y hay muchas formas de abordarlo: a mano alzada, con un proyector, papel de transferencia o una cuadrícula. Yo suelo transferirlo con grafito en el reverso de una fotocopia y luego lo presiono sobre el lienzo. Esto marca los límites principales, después de lo cual termino el dibujo a mano alzada. Comprender las formas es esencial; un trazo mecánico es inútil si no sabes dibujar.
Sobre el dibujo, aplico una imprimación cromática: una capa muy diluida de color puro sin blanco, casi como un velo. No oscurece el lienzo, sino que añade energía y suaviza la rigidez del blanco. Lo aplico con un pincel plano de cerdas suaves cargado de trementina, barriendo la superficie. Dejar que se seque ligeramente ayuda a que las capas siguientes se adhieran mejor.